Mallorca

Las temperaturas batieron un récord.
El calor que me envolvió al salir de la terminal derretía cualquier cosa, incluida la preocupación por mi falta de prendas abrigadas. A pesar de las previsiones, lo más parecido a una lluvia que llegaríamos a experimentar provendría de las goteras del local del alquiler de coches.

Ya el primer almuerzo junto al mar resultó delicioso, algo nada sorprendente dada la calidad culinaria en España.
El resto del primer día lo invertimos en explorar el precioso casco antiguo de la ciudad de Palma, sacando fotos de la catedral y sus alrededores y gastándome 8€ en el smoothy verde más caro de la historia, que incluía una grumo de espinacas sin licuar del tamaño de un dado de Monópoli.
Durante la cena, un número de afortunados chipirones, alcachofas y verduras salteadas fueron testigos de una intensa sesión de análisis, confesiones, consejos y reflexiones entre dos amigas.

El segundo día fue, sin lugar a dudas, mi favorito. Y todo comenzó con un flautín de jamón serrano y pan de olivas que no olvidaré jamás, una mancha de yogur blanco sobre mi nueva mochila negra y el traqueteo sobre unos raíles construidos en 1912. Por el bien de una documentación precisa y completa, me gustaría hacer una mención especial al cuchicheo impertinente de una pasajera a nuestras espaldas que consiguió sacar de quicio a Q. Y el hecho de que, como muchos saben, en España las prohibiciones son en realidad meras amables sugerencias —lo cual quedó demostrado por el grupo de pasajeros del compartimento exterior entre vagones a pesar de la clara advertencia de “prohibido el paso al compartimento exterior entre vagones”.

Llegar al centro de Sóller fue como entrar en un cuento de hadas. La precisosa Parroquia de Sant Bartomeu de Sóller franqueada por dos o tres lustrosos naranjos en plena plaza coronaba el pintoresco mercadillo artesanal. Saltaba a la vista que la producción de cítricos no solo constituía la mayor industria de la zona, sino que era claramente todo un símbolo local que sus habitantes mostraban con orgullo: adornos, decoraciones, arte, incontables productos de todo tipo a base de naranjas y limones… Todo esto bajo un brillante sol de verano, parcialmente aplacado por la más compasiva suave brisa primaveral.
Atraídas por un gracioso mono (de vestir) en su exterior, dimos con el extravagante comercio de ropa de una excéntrica alemana y su pequinés probablemente algo pulgoso —suceso cuya descripción detallada me llevaría una entrada de blog completa.

A mediodía, el tren local nos acercó hasta el puerto, donde volvimos a saciar nuestra hambre —esta vez a base de un delicioso arroz negro cuyos restos entregados en un túper se acabarían convirtiendo en nuestro fiel compañero de habitación durante el resto del viaje.
Más pintorescos paisajes, más fotos, un frozen yogurt con lacasitos y fresas. Y el inesperado descubrimiento de un local de bicicletas alemán con una abrumadora colección de Canyons.

Regresamos a Palma con las baterías bajo mínimos, cabeceando de manera poco elegante sobre las barras de sujeción del tren. Pero cuando el traqueteo de éste se acompasó a la perfección con el ritmo de “I´m Yours”, nuestros cerebros reaccionaron en perfecta sincronía sacudiéndose la modorra postprandial y entrado rápidamente en modo karaoke.
Una vez de vuelta en Palma, Zara y Springfield nos cautivaron con sus poderes hipnóticos y nuestras carteras sucumbieron a sus encantos (Ahora que lo pienso, acabé haciéndome con un top de limones, lo cual me hace pensar que probablemente sea especialmente propensa a los mensajes subliminales).
Y por la noche, durante la fiesta local de la feria de gastronomía (con unas deliciosas pero un poco frías empanadas de pollo con cebolla en nuestros estómagos y el embriagador efecto de dos botellas de Solán de Cabras), fuimos testigos de cómo el DJ español medio puede eclipsar a cualquier alemán (y eso que no conocía yo ni la mitad de las canciones).

Al día siguiente, después de una bonita (pero semicomprensible) misa en Mallorquín, y tras comprobar que tengo el carnet de conducir caducado, nos hicimos con un coche de alquiler en el local de las goteras previamente mencionado que nos permitió visitar la zona este de la isla. Como radióloga en formación paso mucho tiempo privada de luz solar, por lo que la idea de meterme bajo tierra durante mis vacaciones no me hacía mucha gracia. Sin embargo, la visita a las cuevas Hams resultó absolutamente fascinante. Así, un niño repelente que nos recordó a nuestra infancia marcó el inicio de un cautivador recorrido a través de unas enigmáticas cuevas repletas de sorprendentes estalactitas y estalagmitas de caprichosas y misteriosas formas.

Almorzamos en Cala Romántica disfrutando de su agua marina color turquesa y nuestra visita de sobremesa a Manacor nos enseñó que lo mejor del pueblo de Rafa Nadal es Rafa Nadal.
Esa noche fuimos al cine (wheeeee) y vimos ´Dungeons & Dragons´ por propuesta de Q, a la cual accedí conociendo su buen criterio cinematográfico (y debido a nuestros prospectivos acompañantes para la velada: Chris Pine como actor principal y un cubo jumbo de cotufas saladas). Y un pequeño inciso para mencionar que acabo de comprobar que, efectivamente, la película goza de la condecoración “certified Fresh” en Rotten Tomatoes.

Puestos a hablar de sorpresas, no hay nada que se pueda comparar con lo que sentí el último día al recibir el email de EasyJet informando acerca de la cancelación de mi vuelo de vuelta con apenas unas horas de antelación, en el instante en el que Q terminaba de pagar dos ejemplares gemelos del Collar del Disgusto.
Tras un almuerzo a base de tapas, una despedida a pies del hotel Meliá Palma Bay y un arduo peregrinaje al cajero automático de CaixaBank a para sacar los 5€ del “bus” al aeropuerto, por fin conciliaba yo el sueño a las siete y media de la tarde… para ser despertada por la confusa “llamada de cortesía” de recepción una hora más tarde.

Al día siguiente no conseguí llegar a tiempo al trabajo, pero oye, la devolución de un billete de avión y una noche extra en Mallorca no son mala compensación.

¿Qué puedo decir? Esta experiencia me ha servido, una vez más, para recordarme a mí misma por qué es un orgullo y una alegría haber nacido en España. Pero también por contar con el tiempo y los medios para poder visitarla a pesar de vivir tan lejos.
Orgullo y suerte son también en hecho de haber conocido y conservado durante más de 10 años a una amiga como Q: íntegra, talentosa, inteligente, divertida… Una fuente de sincero apoyo, inspiración y una incomparable compañera de viaje multifuncional, con irremplazables habilidades de guía turístico, asistente financiero, conductora y cantante.

Y por último, aquí dejo la banda sonora del viaje:

  • Bizarrap, Tiago PZK – Bzrp Music Sessions, Vol. 48
  • Birazzap, Quevedo – Bzrp Music Sessions Vol. 52 (es que por lo visto van por números)
  • Fred De Palma, Ana Mena – Se Iluminaba
  • Hunter Heyes – I Want Crazy (también conocida como “biribiribiribiribiri” o “la canción de banjo”)
  • JoJo – Too Little Too Late

Igualmente, aprovecho la ocasión para pedir disculpas públicamente a Q y al resto de mis compatriotas por lo penoso de mis conocimientos sobre la actualidad musical en España.
De aquí a Disneyland prometo mejorar mucho.

Happy Dutch Easter

Once again, a long weekend loaded with new impressions, activities and places has felt more like a whole week…

I did regret the YOLO decision of embarking into a 12+ hour bus ride from London to Amsterdam after a long night shift combo. But the fact I didn’t die from it made me feel resilient to the point of indestructability. Plus, reuniting with M was worth the price, as catching up and laughing with her since minute 0 would set the tone for the rest of the trip.

The fact that half the world population would want to come to Amsterdam over Easter escaped my overworked and sleep deprived brain, and crowds constituted the main downside to our time there. Still, the colorful magnificence of Keukenhof could not be dimmed by them, nor could tasting authentic smoked cheese at a Dutch farm, delicious dinner and waffles in charming Volendam, biking around in beautiful Edam (no hand brakes!) or the relaxing experience of cruising along Amsterdam’s canals after sunset, with the soft spring evening breeze brushing against our faces as countless warm lights emanated from the picturesque homes everywhere around us.

One thing I felt alienated by was the blunt, shameless omnipresence and availability of recreational drugs and prostitution, and the acceptance with which they were regarded by the general public, with an impassive or even celebratory attitude which did have an intermittent negative impact on my otherwise lighthearted weekend mood.

Overall, though, I feel stimulated and inspired after yet another novel travel experience, which I was lucky to share with sassy M, her big sister-like wisdom, her inspiring confident demeanor and her charming, cheeky sense of humor.

Art Never Had a Problem That Needed Solving

When applied to science and technology, Artificial Intelligence (AI) —and more specifically machine learning—, is wonderful. Among other things, it allows us analyze vast amount of data, to fast-forward over repetitive steps of trial and error in research, efficiently and effectively discovering relevant patterns, connections and associations in complex and abstract matters with a fraction of the time and resources such processes would otherwise consume.
AI is already and will no doubt increasingly play a major role in solving many hardships that have plagued humanity since the beginning of times, e.g. incurable genetic, degenerative or malignant disease that severely impair human experience on Earth —as it should!
As a radiologist in training, I’m very aware of the fait of my own beloved field. I’ll be the first one to accept it, as soon as computers are able to reliably and efficiently carry out the job that my colleagues and I do. If it succeeds and it becomes widely implemented, it’ll hopefully do so due to an increase in accuracy of interpretation in medical imaging beyond that of the human eye, translating into improved diagnosis, therapeutic approach and follow-up interpretation. As in this particular case so close to home, AI’s sense and purpose should always be to propel humanity forward, to create a better world and a better future, to remove the burden of tedious, repetitive mundane tasks and help cover basic needs so we can thrive by investing our valuable, limited time into growing, developing our minds, our relationships, exploring our spiritual side, and everything else that makes us human.

But when applied to the arts, it does the opposite.

The word is already a rough place where disappointment and heartbreak thrive, where dreams are broken and hope is lost every day. A world that makes it increasingly difficult for us to find meaning and purpose. But the arts have always been the silver lining.
Outside of our minds and our intimate circles, the civilized western world is but a new-age jungle driven by the need to succeed, to make profit, to consume. It pushes us to neglect the most abstract yet precious elements that truly enrich our lives: our imagination, our curiosity, the need to grow, learn and love. Human arts represent, reflect and embody what our Humanity is REALLY about —what sets us appart from all other animals living in actual jungles. It is the one thing with intrinsic value that exists for its own purpose because it is inspired by our experiences, created by our minds and executed by our hands and voices, through the work of thousands of hours over decades and driven by forces machines will never know. It is therefore the one thing that viscerally translates and embodies human experience, enabling us to reach out through our senses, across languages and cultures.

Machine learning AI ‘art’ is NOT art.

It’s an empty profit-driven mockery to the essence of our kind. A soulless frankensteinian monster with no transcendental sense or value created by engineers with no scruples. They steal and exploit the originality, creativity and skills human artists live for that they themselves lack.

AI ‘art’ is convenient, cheap and fun on the surface. But below, it’s a heartbreaker, a dream crusher and hope devourer in and of itself, devoid of true deep identity or beauty. And it constitutes the death of yet another special piece of our collective soul.

AI is taking over everything with savage indiscrimination.

And we are losing ourselves with it.